martes, 11 de septiembre de 2018

NEW JACK CITY (1991)



 

Detroit, la ciudad del Motor. Una de las cunas de la música negra norteamericana. Berry Gordy creó allí el conocido imperio musical Motown cuyo  sonido acompañó la América turbulenta de los años sesenta y setenta. La urbe con una economía floreciente en esa época atrajo lógicamente la mirada del mundo del hampa que asentó y desarrolló algunas organizaciones criminales francamente sorprendentes. Un claro ejemplo son los “Young Boys Inc”, entramado mafioso formado por afroamericanos que controló el tráfico de heroína entre 1978 y 1982. Como grupo criminal provocó preocupación inusitada durante su periodo de actividad debido a sus métodos de trabajo: utilizaban las esquinas como puntos de distribución empleando a menores de edad en el tráfico de heroína, extendiendo su organización a diversos centros urbanos y utilizando una inusitada violencia para eliminar a las bandas rivales. Su reputación y metodología creó un hito en la vida criminal de las calles. Diversas disputas internas provocaron su disolución si bien su funcionamiento y estructura fue empleado por posteriores bandas criminales. 

 

Una de ellas, prácticamente coetánea,  fue la integrada por los “Chambers Brothers” (nada que ver con la banda de soul-funk-rock angelina del mismo nombre), cuatro hermanos procedentes de una zona deprimida de Arkansas que crearon su particular sueño americano en Detroit. Emprendedores natos, sin ningún escrúpulo a la hora de hacer dinero, Billy Jo, Larry, Otis y Willie Lee Chambers crearon un floreciente y vertiginoso entramado criminal gracias a la introducción del crack en la ciudad a mediados de los años ochenta. Los “Chambers” controlaron gran parte del negocio facturando más de un millón de dólares diarios. Profesionalizaron el tráfico creando un sistema empresarial en su actividad: lugares estratégicos perfectamente controlados, tarjetas identificativas para sus empleados y clientes, determinadas ofertas en el consumo, y creación de incentivos en las ventas. Semejante caudal de dinero y algunas arriesgadas acciones (el control de determinados inmuebles convertidos en fortalezas para distribución y consumo de crack) puso en alerta a las autoridades de la ciudad y lógicamente a cuerpos de policía nacionales como la DEA que organizaron un operativo conjunto para su desmantelamiento. La pesadilla terminó en 1988 cuando la organización criminal fue detenida (1).

 
El periodista Barry Michael Cooper (2)  recogió en algunos reportajes de investigación ésta problemática y las consecuencias que estaba teniendo la epidemia del crack en los centros urbanos. Originario de Harlem, Cooper inició su carrera como crítico musical pasando posteriormente al periodismo de investigación, labor que ejerció durante los años ochenta para el periódico Village Voice. El 1 de Diciembre de 1987 publico en el citado rotativo neoyorquino el artículo Kids Killing Kids: New Jack City Eats Its Young”, donde recogía de manera pormenorizada la situación que se estaba viviendo en las calles de Detroit con la problemática comentada. El escrito llamó la atención de diversos ejecutivos de Hollywood que contactaron con él para dar forma un proyecto que tenían entre manos. Quincy Jones y Clarence Avant  habían comprado a Paramount un libreto llamado “Nicky” que el guionista  Thomas Carter había escrito para Francis Ford Coppola con el fin de integrarla en la tercera parte de “El Padrino” (que en esos momentos estaba preparando) o desarrollarla como proyecto independiente. Estaba inspirado en la figura del hampón Nicky Barnes (3) y lo debía interpretar Eddy Murphy quien disfrutaba de un ventajoso contrato en la Major. Por alguna razón, el proyecto no se consolidó y la compañía decidió vender el guión. Quincy Jones llevó el proyecto al productor George Jackson quien fue la persona que sugirió a Cooper para dar un nuevo enfoque y construir los cimientos de lo que acabaría siendo “New Jack City” (1991).

 
La película se convirtió en un hito en la historia del cine afroamericano y abrió una nueva ola de película dirigidas por cineastas negros que en el año 1991 alcanzó la veintena de producciones. Una maniobra comercial típica de la industria que ponía de relieve lo que se había estado desarrollando en el negocio musical la década pasada. El film dirigido por Mario Van Peebles funcionó de manera similar a lo que veinte años antes había hecho “Las noches rojas de Harlem” (Shaft, Gordon Parks, 1971). Se repitió el éxito comercial, el impacto mediático y cierta repercusión en determinados círculos de la crítica cinematográfica.  

 
Veintisiete años después la historia se ve de otra manera. Aquel fulgurante movimiento apenas duró unas pocas temporadas si bien fue aprovechado por productores, directores y actores negros para sacar adelante trabajos de clara connotación racial. Quedaron algunas películas interesantes como “Los Chicos del Barrio” (Boyz n the Hood, 1991), “Redada en Harlem”  (A Rage in Harlem, 1991), “Un Paso en falso” (False Movement, 1992), “Juice” (1992) o “Menace II Society” (1993), una etiqueta para definir el nuevo fenómeno conocida como Hood Films (4), alguna que otra inesperada franquicia como el sleeper cómico “House Party” (1990) y algún cineasta siempre crítico con esta nueva ola:  el siempre combativo Spike Lee (estuvo antes, durante y después del nuevo boom negro).  Abundaron promesas perdidas tan conocidas como John Singleton, el propio Mario Van Peebles, Carl Franklin, Bill Duke, los Hermanos Hughes, el clan de los Wayans, Ernest Dickerson,  Reginald Hudlin o el olvidado Matty Rich que en el mejor de los casos acabaron trabajando en Hollywood o para el mercado de las series televisivas. Hubo algún que otro cadáver exquisito como el malogrado realizador Joseph B. Vasquez  o el rapero-actor Tupac Shakur. Y consolidó una nueva hornada de actores que dieron el salto definitivo al mainstream cinematográfico: Denzel Washington, Samuel L. Jackson, Wesley Snipes, Ice Cube….

 
“New Jack City” (1991) es una película que no narra nada nuevo. Lo que cuenta ya se había visto antes y con mayor fortuna. La novedad era el color de la piel de los protagonistas y la introducción del crack en su propuesta argumental aunque lejos del brutal retrato que el citado Spike Lee desarrolló en su irregular “Jungle Fever” (1991)   . El film narra el ascenso y caída de Nino Brown (un convincente Wesley Snipes), un narcotranficante que lidera el gang de los Cash Money Brothers dueño de un imperio criminal controlado desde un bloque de edificios que actúa como auténtica fortaleza. Sus enfrentamientos con otros mafiosos por el control del negocio (Italoamericanos descritos de manera muy banal), la enconada persecución policial encubierta (la presencia de Ice T resulta sorprendente)  y las repercusiones de la droga en el vecindario serán desarrolladas a lo largo de la historia.

 
“NJC” (1991) es una obra muy irregular.  Un diamante en bruto sin pulir donde se mezclan sin ningún rubor efectividad e ingenuidad, ideas y tropos reconocibles expuestos con tosquedad y sin los necesarios matices. Un trabajo inmaduro, primerizo, demagógico que aspira a contar y denunciar muchas lacras y desigualdades sin olvidar su armazón comercial perfectamente diseñado.  No le falta desparpajo y frescura, reconocemos que tiene pegada si bien sus limitaciones son nítidas. Como ya comentamos en otro lugar, el film es un thriller criminal de claro mensaje cuyas intenciones se constatan en su muy estilizado poster: “Las drogas no es algo de blancos o negros. Es la muerte. Y no le importa una mierda el color.” (diálogo expresado no por uno de los personajes afroamericanos de la función sino por el inestable Nick Peretti, policía blanco para más señas). Discursos similares no faltan en el otro bando como espeta Nino Brown: “en la era Reagan sólo te haces rico robando. El gobierno anda haciendo cosas raras. Hay más pobres y desheredados que nunca. Hacen como que no los ven. Los ricos son más ricos y los pobres, a la mierda. En tiempos así, la gente quiere drogas duras”. Conclusiones propias de titular de semanario tan irrebatibles en su fondo como discutibles en su exposición. Nada que ver con “The Wire” (2002-2008) para entendernos.

 
“NJC” (1991) actualiza el policiaco afroamericano de los años setenta y amplia la nueva ola de cine de gangsters desarrollada durante los años anteriores por Brian De Palma, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola. A diferencia de otros títulos, la película está concebido como una obra antidroga que sin embargo cuida hasta la saciedad la estética de los hampones quienes parecen en ocasiones una banda de funk o rap tanto con su colorido vestuario (corroborado en esas camisetas negras que lucen en sus espaldas las siglas CMB) como en su altivo comportamiento tan cool y en ocasiones chulesco. Son mostrados en discotecas y  ocasionales fiestas, en reuniones grupales poco formales, como oscuros benefactores del barrio o en lujosos lofts revestidos de detalles pintorescos en sus paredes. 

 
En contrapartida, la visión de la policía busca un equilibrio que sea atractivo para el espectador juvenil: actúan por su cuenta como un autentico grupo organizado multiétnico ajeno a las órdenes superiores si bien sus peleas internas son dignas de  patio de colegio. En todo momento, se intenta dar una imagen donde prevalece el imperio de la ley aunque en última instancia prima la justicia urbana muy poco poética.  La violencia es mostrada sin cortapisas (ejecuciones en puentes, asaltos a inmuebles, tiroteos con armas automáticas, disparos a quemarropa en la cabeza) perfectamente acondicionada por un score poblado de temas hip hop y new jack swing. Un lenguaje necesario para los pobladores de una ficción menos ambigua de lo que parece.

 
En la zona intermedia se introducen los elementos que más interesan recalcar a Barry Michael Cooper como concienciador social. Por un lado, el personaje de Pookie (Chris Rock), camello y adicto al crack, peón en ambos bandos, cuyo infierno personal sirve para mostrar tanto el lado menos gratificante de la droga como una ingenua rehabilitación que provoca cierto sonrojo. Por el otro lado, la vieja guardia indefensa aunque implicada con el barrio es encarnada por un veterano John Doe negro (encarnado por Bill Cobbs) quien no cederá ante la presión mafiosa ni ante la sordera institucional resultando su acción personal decisiva en el clímax del relato. La galería de secundarios sigue los mismos derroteros arquetípicos.

 
Más discutible nos resulta la labor de Mario Van Peebles como narrador y en el campo formal. Su figura como cineasta entronca perfectamente con la blaxploitation setentera debido a que su padre Melvin Van Peebles fue uno de los directores más importantes de aquel periodo. Entendemos que tal decisión fue plenamente buscada por los productores George Jackson y Doug McHenry. En su opera prima, el cineasta se muestra un tanto inseguro empleando desde la estética videoclip (que desentona en más de un momento) al realismo urbano cámara en mano, sin olvidar la saturación cromática y las fugas de luz ochenteras logrando un batiburrillo formal poco convincente aunque muy afín al público al que va destinado la película (lo que el director denominaba como toque “New Jack”). Retengamos al menos las escenas iniciales donde se nos presenta a los protagonistas del relato, destacando esos planos cenitales sobre la city mientras escuchamos un cruce de noticias en off informándonos  sobre la situación (no muy lejana a la actual);  la vibrante persecución callejera a ritmo del tema “New Jack Hustler” (interpretado por el propio  Ice T); el sangriento ascenso de Nino Brown acompañado por la canción de Stevie Wonder “Living for the city” cantada a capella por una improvisada pandilla urbana; las breves apariciones de músicos como Flavor Flav o Nick Ashford; o la envenenada cita bíblica  “Soy el guardián de mi hermano” empleada como eslogan casi un mantra a lo largo del film. Escasas virtudes, bien es cierto, que no han impedido convertir a “New Jack City” (1991) en una obra de referencia para el moderno cine afroamericano.


(1): http://www.nytimes.com/1988/12/18/us/detroit-drug-empire-showed-all-the-traits-of-big-business.html?pagewanted=all
(2): http://ambrosiaforheads.com/2016/03/new-jack-city-is-turning-25-new-revelations-from-its-writer-will-blow-your-mind/
(3): http://elpais.com/diario/2007/11/23/cine/1195772401_850215.html
(4): Hood Films define al tipo de películas surgidas a finales de los años ochenta y centradas en mostrar los aspectos de la cultura urbana afroamericana y latina centrada especialmente en las bandas, la música, los problemas sociales, el racismo, el enfrentamiento con las fuerzas del orden, la corrupción del sistema y la inmigración. En su tipología entran dramas, comedias, thrillers, documentales, biopics musicales e incluso títulos de terror.